domingo, 8 de marzo de 2015

Las tres armas de la mujer

Por Alberto Baquero Nariño  
Nada supera la ternura de una madre, compendio de amor eterno. Los humanos lo disfrutamos hasta morir. La mujer posee un elevado umbral del dolor, es incansable, sensible, frágil, longeva y pragmática. Su hermosura inspira poemas y canciones que en serenata se tornan en imborrables recuerdos que atrapan a los enamorados.
Ellas son diferentes al hombre para efectos de la vida dentro de la comunidad. Tal diferencial de sensibilidad y pensamiento debe comprenderse para la conquista de la esquiva y auténtica armonía que llega después de las exquisitas locuras del amor.  

El hombre no tiene más remedio que seguir los consejos de las abuelas llaneras y cuidarse de los tres brincos de la mujer. Todo comienza si los caminos se funden. Es cuando ella le brinca a los jarretes, de ahí a las verijas y luego al cogote. Allí, ya es inútil discutir porque desenfundan tres armas con las cuales nos aniquilan: La aguda cantaleta, el llanto con mocos y la terrible pataleta.