sábado, 17 de octubre de 2015

el poder femenino

Por Alberto Baquero Nariño
Es la hora de Marcela en el Meta y de Clara en Bogotá. La peste machista al izar el infame tatuaje de la exclusión, pontifica que la mujer no cree en la mujer. Pero ellas detentan una oportunidad reivindicatoria capaz de borrar intransigencias y revivir armonías.
Ambas tienen trayecto antropológico en múltiples escenarios institucionales y han soportado veleidades políticas en sus hogares, mientras ejercían el sublime sacrificio de parir.
Ellas son capaces de imponer la decencia, darle significado a la ternura, cuidarnos con amor y orientar la conquista de los derechos de la naturaleza. Saben cuál es el sitial de la ilusión y la esperanza porque han amamantado. Y si logran gobernar desde el altar de su vocación natural, serán la urgente alternativa.
Las dos tienen retos para forjar hábitats sustentables,  alteradores de contextos pervertidos hacia escenarios nobles. Ambas heredan  mojones aun endebles. Derruir la obtusa trama de la ruindad les marca la trocha y la marcha.

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