AVATARES DE LA GUERRA PRÓLOGO AL LIBRO
PRÓLOGO DEL TIGRE A "CRÓNICAS DE LA VIOLENCIA EN LOS LLANOS"
LIBRO DE ALBERTO BAQUERO NARIÑO
Por Diego Alfredo Ojeda
Awad[1]
Tu
visita a Barbatuscas este 27 de mayo de 2016, en los instantes en que ando un
poco averiado, me conmueve al recordar hermosos momentos. Por eso lloro. Cuando
escribiste el “Alegato Histórico del Llano”, que nos leíste aquí mismo debajo
de aquel inmenso árbol al atardecer del 31 de diciembre de 1988 a Alfonso
Gutiérrez Méndez y a mí, eso me rasgó el alma y creo que se tatuó en mi corazón.
Habías comenzado a escribirlo el 27 de ese mes cuando relatábamos esa
infortunada afrenta en la Tienda Baquero, abajo del Parque Infantil, que fue el
artero destierro de Julio Daniel, ordenado de viva voz por el “Botracio”. Y tú
más que nadie Alcaraván -como te dice con aprecio Beatriz Elena- sabes cuánto
quise al poeta y lo mucho que rezamos con angustia los poemas esa vez por su
partida. Por eso tenemos la obligación de relatar los avatares de la guerra.
También
recuerdo, Alberto, cuando escribías siendo Rector de Unillanos por allá en los
días aciagos del 87, el libro “Alcaravanidad: Escabrosa Esperanza”, cuyos
borradores los comentábamos cada semana con Bernardo García, Julio Daniel
Chaparro y Germán Pinto, porque hablar de las Libertades Públicas, en el fragor
de la masacre de los miembros de la Unión Patriótica, era casi que colgarse una
lápida en el culo.
Cada
palabra había que colocarla con pinzas. Cundía el miedo, había rumor del
silencio, que nosotros conjurábamos con el arte mientras soñábamos con “Zingar
o el amor de los alcaravanes” que ilustró Hair, porque éstos, éramos nosotros. La
hiel del “Botracio” y de sus letales testaferros nunca nos pudo sofocar.
Por
esos días soportábamos en Unillanos las arremetidas de los godos bajo la batuta
del profesor guamaluno Fabio Garavito Neira, porque yo –el Tigre- era un
exguerrillero reinsertado por Belisario Betancur como eco de “Los Acuerdos de la Uribe” en 1984; él sabía
que como médico en el Hospital de Guamal obtuve reconocimiento ciudadano y me
eligieron como Concejal por el Partido Conservador. Según él nunca abandoné a
la guerrilla, lo cual era ponerme en la mira de los paracos.
En
mi desempeño como Jefe de Bienestar Universitario de Unillanos emprendimos con
tu decidido apoyo un interesante programa de extensión universitaria que
titulamos “La Toma de los Pueblos”, que no era otra cosa que acercarnos al
entorno territorial con profesores y estudiantes para prestar servicios de
enfermería, exámenes de suelos o atención de animales por veterinarios, para beneficio
de los pobladores; mientras tanto agenciábamos otros programas académicos en
las instancias cívicas o gubernamentales y los alumnos competían en fútbol y
basquetbol femenino. Pero la caverna nos sopesó como rivales de la politiquería
parroquial.
Cuando
me reúno -Alberto- con mis hermanos en casa de Mamá les cuento nuestros
coloquios domingueros y cómo fueron saliendo una a una “Las Tertulias del Tigre
y el Alcaraván” que publicabas cada semana en Llano 7días y que fueron alrededor
de 50, las cuales escribiste después de nuestros desayunos, en los cuales
siempre tratábamos temas trascendentes de la gente, de los sucesos
sociopolíticos y de la indescifrable trompilicitud. Esos coloquios fueron instantes
telúricos y reflexivos. Otto Gerardo Salazar de vez en cuando iba con todo su
ajuar ciclístico y en su mochila traía munición de boca.
Estas
crónicas para la cual me grabas este prólogo -según me cuentas- reúnen sucesos sobre
los cuales tienes una información vivencial o de la que fuiste de alguna manera
testigo próximo, lo cual es esencial en cada coyuntura política o para la
eventualidad testimonial literaria. Yo lo hubiera hecho pero mi dialéctica reposa
más en el verbo que en la letra. Tú sabes que hablando mierda me defiendo.
Alberto,
siempre quise que los cultores fueran más allá de sus creaciones y que pudieran
retratar los momentos relevantes, las acciones sublimes o los sucesos nimios del
acontecer. Poco concibo al creador del arte y de la literatura como un simple
amanuense descriptivo castrado de abstracciones analíticas. Pero los he
acompañado y admirado quizá con la inútil esperanza de ver plasmado tan
conspicuo horizonte.
Si
estas crónicas tuyas retratan de alguna manera, nuestro rudo acontecer contado
con la magia de la pluma que vierte bálsamo en dolorosas heridas purulentas y,
sirven para develar que el umbral en que estamos es un tremendo caos, es
probable que se emprendan rumbos hacia escenarios convivenciales, los cuales
hemos luchado desde trincheras y en los estrados vehementes. Hemos demostrado
en nuestro pequeño y amplio territorio que tuvimos la capacidad de vivir a plenitud.
Quiero
finalizar con los alcaloides, porque insisto que es torpe e inocua la guerra contra
esos cultivos ya que su comercio es agenciado por las superpotencias económicas,
donde tienen sede las industrias químicas que producen medicamentos que
compiten con la apetecida cocaína. Los mercaderes de la muerte están ligados al
tráfico subrepticio, dado que venden armas para alimentar todos los conflictos
en el mundo y éste, es una tolvanera que nos asesina.
He
presentado mis investigaciones científicas sobre la cocaína y la marihuana en tres
Simposios Internacionales de Historia Colombo-Venezolanos y en la Fundación
Bolivariana en Bogotá, con el fin de salir de ese infernal círculo vicioso de
su persecución, lo cual es un absurdo porque es una agroindustria que por
efectos de la competencia desleal, ha sido satanizada. Pruebo, como tú lo
sabes, que estos psicotrópicos si se consumen limpios, son menos dañinos que
cualquier droga química, ésta sí ensuciada con sustancias teratogénicas que
además causan mortífera dependencia, como se ha probado.
Te
invité varias veces a que compartieras tu soledad con la mía, acá en mi casa y
cada loro en su estaca, pero entendí tu independencia que te importa -como al
Tigre- más que la aparente comodidad urbana. Ambos necesitamos el campo, un
perro fiel, el canto de las aves, el rumor del viento y el calor de la familia
o la voz cariñosa de los amigos que de cuando en cuando nos visitan.
Hice
varias convocatorias telúricas e imprimí invitaciones para pasar un buen rato
en Barbatuscas, con sancocho a la orilla del río y bastante pola y guaro para narrar
la vida, buscando el alma del agua. Recuerdo una en la que transcribí un
fragmento del poeta uruguayo Mario Benedetti “No te rindas”. Y otra, que tú
hiciste para mi primera resurrección.
Después
de las sedes del “Taller el Pensador” en el barrio 7 de Agosto con el pintor
Hair Leal y la de Miguel Roa Iregui y Hair en el Tríángulo, lugar de los cuatro
parques a donde recurríamos para encontrarnos, mantuve con obsesión la idea de
tener un lugar que convocara a los amigos y por ello abrí “El Mago de Lublín”
(un polaco coleccionador de mujeres y aventuras), arriba del Parque de los
Estudiantes, “Blas de Lezo” (Almirante español de buena estampa a quien le
faltaba una pierna), arriba del Parque Infantil y “El Buchiquín de Biló” (en
remembranza de una inquietante bailarina brasilera), a espaldas de la demolida
Plaza de San Isidro. En el Buchiquín curé muchos enfermos y, mientras ahogaba
mis penas, atendí a mis amigos, tracé vínculos amables con la gente del pueblo como
Noé Tirado Rico y Ventura con su estupenda familia y, atendí con juramento
hipocrático a esas sufridas y hermosas mujeres de la vida.
A
todos en cada Navidad, les ofrecí un opíparo sancocho de tres carnes, dos o tres
galletas y un par de vasos grandes llenos de vino. Brindé siempre con ellos por
un mejor amanecer y luego partía para Barbatuscas a rumiar los estupendos
aunque tristes anclajes de la soledad.
Saludo
tu nuevo libro y te abrazo, Alcaraván,
Diego Alfredo Ojeda Awad
“El Tigre”
Finca Barbatuscas, Villavicencio,
Meta, mayo 27 de 2016
[1]
Médico Cirujano, Especialista en
Desarrollo y Científico Social conocido en Villavicencio como “El Tigre”.
Estimuló la creación pictórica, escultórica y literaria durante los últimos 40
años. Con el autor de estas crónicas mantuvo un continuo intercambio de ideas
sobre las convulsiones sociales que vivimos. Bajo su luz escribí “Las Tertulias
del Tigre y el Alcaraván. Veinte días antes de su viaje al infinito, le grabé en
su finca Barbatuscas en presencia de Leoncico III, su perro fiel, el prólogo
para este libro.
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