sábado, 25 de febrero de 2017

PRÓLOGO A “CRÓNICAS DE LA VIOLENCIA EN LOS LLANOS”

AVATARES DE LA GUERRA PRÓLOGO AL LIBRO 
PRÓLOGO DEL TIGRE A "CRÓNICAS DE LA VIOLENCIA EN LOS LLANOS" 
LIBRO DE ALBERTO BAQUERO NARIÑO
Por Diego Alfredo Ojeda Awad[1]
Tu visita a Barbatuscas este 27 de mayo de 2016, en los instantes en que ando un poco averiado, me conmueve al recordar hermosos momentos. Por eso lloro. Cuando escribiste el “Alegato Histórico del Llano”, que nos leíste aquí mismo debajo de aquel inmenso árbol al atardecer del 31 de diciembre de 1988 a Alfonso Gutiérrez Méndez y a mí, eso me rasgó el alma y creo que se tatuó en mi corazón. Habías comenzado a escribirlo el 27 de ese mes cuando relatábamos esa infortunada afrenta en la Tienda Baquero, abajo del Parque Infantil, que fue el artero destierro de Julio Daniel, ordenado de viva voz por el “Botracio”. Y tú más que nadie Alcaraván -como te dice con aprecio Beatriz Elena- sabes cuánto quise al poeta y lo mucho que rezamos con angustia los poemas esa vez por su partida. Por eso tenemos la obligación de relatar los avatares de la guerra.
También recuerdo, Alberto, cuando escribías siendo Rector de Unillanos por allá en los días aciagos del 87, el libro “Alcaravanidad: Escabrosa Esperanza”, cuyos borradores los comentábamos cada semana con Bernardo García, Julio Daniel Chaparro y Germán Pinto, porque hablar de las Libertades Públicas, en el fragor de la masacre de los miembros de la Unión Patriótica, era casi que colgarse una lápida en el culo.
Cada palabra había que colocarla con pinzas. Cundía el miedo, había rumor del silencio, que nosotros conjurábamos con el arte mientras soñábamos con “Zingar o el amor de los alcaravanes” que ilustró Hair, porque éstos, éramos nosotros. La hiel del “Botracio” y de sus letales testaferros nunca nos pudo sofocar.
Por esos días soportábamos en Unillanos las arremetidas de los godos bajo la batuta del profesor guamaluno Fabio Garavito Neira, porque yo –el Tigre- era un exguerrillero reinsertado por Belisario Betancur como eco de  “Los Acuerdos de la Uribe” en 1984; él sabía que como médico en el Hospital de Guamal obtuve reconocimiento ciudadano y me eligieron como Concejal por el Partido Conservador. Según él nunca abandoné a la guerrilla, lo cual era ponerme en la mira de los paracos.
En mi desempeño como Jefe de Bienestar Universitario de Unillanos emprendimos con tu decidido apoyo un interesante programa de extensión universitaria que titulamos “La Toma de los Pueblos”, que no era otra cosa que acercarnos al entorno territorial con profesores y estudiantes para prestar servicios de enfermería, exámenes de suelos o atención de animales por veterinarios, para beneficio de los pobladores; mientras tanto agenciábamos otros programas académicos en las instancias cívicas o gubernamentales y los alumnos competían en fútbol y basquetbol femenino. Pero la caverna nos sopesó como rivales de la politiquería parroquial.
Cuando me reúno -Alberto- con mis hermanos en casa de Mamá les cuento nuestros coloquios domingueros y cómo fueron saliendo una a una “Las Tertulias del Tigre y el Alcaraván” que publicabas cada semana en Llano 7días y que fueron alrededor de 50, las cuales escribiste después de nuestros desayunos, en los cuales siempre tratábamos temas trascendentes de la gente, de los sucesos sociopolíticos y de la indescifrable trompilicitud. Esos coloquios fueron instantes telúricos y reflexivos. Otto Gerardo Salazar de vez en cuando iba con todo su ajuar ciclístico y en su mochila traía munición de boca.
Estas crónicas para la cual me grabas este prólogo -según me cuentas- reúnen sucesos sobre los cuales tienes una información vivencial o de la que fuiste de alguna manera testigo próximo, lo cual es esencial en cada coyuntura política o para la eventualidad testimonial literaria. Yo lo hubiera hecho pero mi dialéctica reposa más en el verbo que en la letra. Tú sabes que hablando mierda me defiendo.
Alberto, siempre quise que los cultores fueran más allá de sus creaciones y que pudieran retratar los momentos relevantes, las acciones sublimes o los sucesos nimios del acontecer. Poco concibo al creador del arte y de la literatura como un simple amanuense descriptivo castrado de abstracciones analíticas. Pero los he acompañado y admirado quizá con la inútil esperanza de ver plasmado tan conspicuo horizonte.
Si estas crónicas tuyas retratan de alguna manera, nuestro rudo acontecer contado con la magia de la pluma que vierte bálsamo en dolorosas heridas purulentas y, sirven para develar que el umbral en que estamos es un tremendo caos, es probable que se emprendan rumbos hacia escenarios convivenciales, los cuales hemos luchado desde trincheras y en los estrados vehementes. Hemos demostrado en nuestro pequeño y amplio territorio que  tuvimos la capacidad de vivir a plenitud. 
Quiero finalizar con los alcaloides, porque insisto que es torpe e inocua la guerra contra esos cultivos ya que su comercio es agenciado por las superpotencias económicas, donde tienen sede las industrias químicas que producen medicamentos que compiten con la apetecida cocaína. Los mercaderes de la muerte están ligados al tráfico subrepticio, dado que venden armas para alimentar todos los conflictos en el mundo y éste, es una tolvanera que nos asesina.
He presentado mis investigaciones científicas sobre la cocaína y la marihuana en tres Simposios Internacionales de Historia Colombo-Venezolanos y en la Fundación Bolivariana en Bogotá, con el fin de salir de ese infernal círculo vicioso de su persecución, lo cual es un absurdo porque es una agroindustria que por efectos de la competencia desleal, ha sido satanizada. Pruebo, como tú lo sabes, que estos psicotrópicos si se consumen limpios, son menos dañinos que cualquier droga química, ésta sí ensuciada con sustancias teratogénicas que además causan mortífera dependencia, como se ha probado.
Te invité varias veces a que compartieras tu soledad con la mía, acá en mi casa y cada loro en su estaca, pero entendí tu independencia que te importa -como al Tigre- más que la aparente comodidad urbana. Ambos necesitamos el campo, un perro fiel, el canto de las aves, el rumor del viento y el calor de la familia o la voz cariñosa de los amigos que de cuando en cuando nos visitan.
Hice varias convocatorias telúricas e imprimí invitaciones para pasar un buen rato en Barbatuscas, con sancocho a la orilla del río y bastante pola y guaro para narrar la vida, buscando el alma del agua. Recuerdo una en la que transcribí un fragmento del poeta uruguayo Mario Benedetti “No te rindas”. Y otra, que tú hiciste para mi primera resurrección.
Después de las sedes del “Taller el Pensador” en el barrio 7 de Agosto con el pintor Hair Leal y la de Miguel Roa Iregui y Hair en el Tríángulo, lugar de los cuatro parques a donde recurríamos para encontrarnos, mantuve con obsesión la idea de tener un lugar que convocara a los amigos y por ello abrí “El Mago de Lublín” (un polaco coleccionador de mujeres y aventuras), arriba del Parque de los Estudiantes, “Blas de Lezo” (Almirante español de buena estampa a quien le faltaba una pierna), arriba del Parque Infantil y “El Buchiquín de Biló” (en remembranza de una inquietante bailarina brasilera), a espaldas de la demolida Plaza de San Isidro. En el Buchiquín curé muchos enfermos y, mientras ahogaba mis penas, atendí a mis amigos, tracé vínculos amables con la gente del pueblo como Noé Tirado Rico y Ventura con su estupenda familia y, atendí con juramento hipocrático a esas sufridas y hermosas mujeres de la vida.
A todos en cada Navidad, les ofrecí un opíparo sancocho de tres carnes, dos o tres galletas y un par de vasos grandes llenos de vino. Brindé siempre con ellos por un mejor amanecer y luego partía para Barbatuscas a rumiar los estupendos aunque tristes anclajes de la soledad.
Saludo tu nuevo libro y te abrazo, Alcaraván,
Diego Alfredo Ojeda Awad “El Tigre” 
Finca Barbatuscas, Villavicencio, Meta, mayo 27 de 2016


[1] Médico Cirujano, Especialista en Desarrollo y Científico Social conocido en Villavicencio como “El Tigre”. Estimuló la creación pictórica, escultórica y literaria durante los últimos 40 años. Con el autor de estas crónicas mantuvo un continuo intercambio de ideas sobre las convulsiones sociales que vivimos. Bajo su luz escribí “Las Tertulias del Tigre y el Alcaraván. Veinte días antes de su viaje al infinito, le grabé en su finca Barbatuscas en presencia de Leoncico III, su perro fiel, el prólogo para este libro.

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