jueves, 28 de enero de 2010

Renovación en el poder

El clamor colectivo que se palpa en la base popular, Alcaraván, propugna por un cambio en la manera de gobernar, lo cual implica un relevo de la dirigencia y de la tecnocracia, anquilosadas en perpetuar la dependencia y el centralismo. Eso es cierto Tigre, porque en el Meta algunos cacicazgos han sido derrotados en las urnas por opciones con nuevos perfiles gerenciales. De esa manera ceden el paso los “arieles, leovigildos, agustines, latorres”, aunque sus clones recesivos se quieran reciclar.
En Villavicencio, Alcaraván, el rechazo a una forma excluyente y burda de gobernar se hace real porque hubo chance de opinión libre, la cual escoge a su mandatario,. Otro asunto, es si quien resulta elegido, tiene la capacidad para establecer diferencia a favor del común, frente al cúmulo de alcaldes anteriores, que dieron un concierto plural de minusvalía.
Lo triste, Tigre, es que Raúl Franco “no le ha pegado al perro” y es el Gobernador quien hasta hoy, le salva el grueso pellejo con obras tangibles. La torpeza de él y de su círculo nepótico alrededor de la contratación, puede dilapidar lo que sin duda representa un avance de la democracia representativa metense: La opción popular independiente.
Aclaro, Alcaraván, que estos argumentos, en nada coinciden con los que esgrimen los usufructuarios de los pervertidos mandatos anteriores, que impulsan la derogatoria del mandato, además con un claro sabor a las ya anacrónicas pugnas bipartidistas liberal-conservadora propia de la “patria boba” del siglo XX.
La onda de los nuevos mandatos, Tigre, en correspondencia con la necesidad colectiva, se forja alrededor de quienes en su trayectoria, comprueben que poseen compromiso social, que tienen formación para interpretar los anhelos colectivos, que son aptos para respetar la opinión contraria y que son capaces de convocar e incluir, para resolver temas álgidos del día a día y comprender la gran estrategia.
La escogencia popular, Alcaraván, ya es difícil obtenerla por el efecto “aguacate” de los medios, capaces de hacer ahora mártires o héroes, a quienes hayan ejercido el poder más con pena que gloria.
Renovar, Tigre, implica alejarse del hierro de esos cacicazgos en vez de revivirlos. Parece necio para un conglomerado que ya posee un sector privado en ascenso, unas instituciones académicas consolidadas y un núcleo importante de masa crítica, reciclar desuetos esquemas con sus redes de vociferantes y ávidos áulicos, décadas después de sufrirlos, una y otra vez.
El disfraz está confeccionado con las reivindicaciones partidistas de palabra, Alcaraván, con menciones vacuas a los mártires liberales Uribe Uribe, Gaitán y Galán, exaltando una tradición que prohija en casi 70 años del siglo pasado, el desmadre institucional y cultiva la profundización de la desigualdad en todos los rincones de Colombia. Eso ocurre Tigre, porque esa dirigencia se dedica a acumular capital de origen público para sí, sin que las razones éticas y estéticas que rigen el pacto Estado-Sociedad, ensalcen por el eco positivo de sus acciones, las razones del poder.

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