martes, 31 de agosto de 2010

El País del Orinoco

Tigre, los crónicos abusos del “Centro” justifican el País del Orinoco. Nos copa la paciencia ser objeto del modelo extractivo: Durante centurias se llevan zarzaparrilla, quina, oro, maderas, látex de caucho, alcaloides, carnes, frutas, verduras, yuca, plátano, aceite, petróleo, gas, coltan y un flujo enorme de capital. Todas las relaciones son dependientes, desde el chuparse las aguas de Chingaza, el gas de Apiay y eliminan las plazas de mercado, escenario del mercado campesino. Se recibe a cambio látigo y escremento.
El centro, Alcaraván, manipula y raponea, en vez de gobernar. El modelo en lo social genera miseria y violencia mientras pocos se enriquecen. El enfoque fiscal es torpe y crea un enorme déficit por el macro-cefálico aparato propagandístico de la Presidencia. Por eso le echan mano al dinero ajeno. La oleada migratoria enferma, con hambruna y sin trabajo, impacta negativamente. La biodiversidad sucumbe. Es un Estado incompetente para resolver los urgentes problemas de la gente, porque cree que la fuerza y la coerción, en vez de la equidad, son las medidas para ejercer el control social.
El gobierno nacional, Tigre, perpetúa las redes de mediación para congelar soluciones estructurales como la concentración de la tenencia de la tierra, las relaciones sociales de producción, la concentración del poder, la legalización del mercado de los alcaloides, el clientelismo.
Esas redes, Alcaraván, como lo advertimos, son inocuas por su carácter asistencialista. Acá son, CORDEPAZ, Laboratorio y Observatorio de Paz, Consejerías de Paz, Personerías, Defensorías del Pueblo o el burocrático Plan de Consolidación de la Macarena, gerenciado desde arriba y desde afuera. Ellas camuflan el conflicto, el cual sigue intacto en su causalidad y tal vez se ha mutado, así nos inviten a hacer como el avestruz. Entre todos, no sacan un burro del coso.
Esa maraña, Alcaraván, de distractores que engañan, de culpabilidades que nos achacan como taras, colocan a los Llanos en minusvalía, para que la plutocracia reine, asalte los recursos ajenos y nos endilgue los males que ella causa. El modelo aristocrático excluye del poder al Llano y margina la población autóctona.
Somos, Tigre, altivos pese al oprobio, con paisaje hermoso pese a la avidez depredadora, con ingentes riquezas a pesar de la desmedida extracción, estamos asidos a la formidable cultura del joropo. Nos enorgullecen las gestas emancipadoras así éstas hayan sido traicionadas y ejercemos el respeto a la palabra que se halla moribundo y defendemos en la trashumancia, la libertad.
Es hora, Alcaraván, de salir de la expoliación. Es tiempo de expulsar a los atracadores del centralismo. Es oportuno pensar el País del Orinoco. Es útil analizar la escisión de un Estado que carece además de noción espacial de su territorio, razón por la cual cree que sus regiones son el barranco de las eses.
Es hora de saber que la soberanía reside en el pueblo y no en la monarquía civil, ni en los negociantes de la política, que “invierten” $800 millones en un diputado y $10.000 millones para elegir un gobernador, lo cual inicia el carrusel de la corrupción. Esta lucha, Tigre, apenas comienza y hay moros en la costa.

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