viernes, 7 de enero de 2011

ÁMBITO LITERARIO DEL PERÚ

Los grandes escritores, Tigre, que escalan al podio mundial, como el Nobel de Mario Vargas Llosa, se forjan en ámbitos propicios donde los referentes y paradigmas, le son próximos y propios desde tempranas horas. Así, la crónica, el ensayo y la novela peruana, son la salsa primaria en que se prepara su exquisita pluma.
Es cierto Alcaraván. Al leer las “Crónicas de Ricardo Palma”, en las cuales se narran en forma amena los hechos de la era colonial en el Perú, se halla que el cronista de Indias las perfila con exquisito humor, que esgrimen autores de gran formación cultural.
En la Universidad Nacional, Tigre, el pensum de Economía nos guía hacia lecturas de autores que tratan la problemática económica latinoamericana desde sus raíces históricas. Por ello, se entra a la reflexión profunda de José Carlos Mariátegui, quien en sus ensayos devela las claves del poder, anclado desde la colonia.
La abundancia de oro en Perú, Alcaraván, impulsa a gran parte de la aristocracia española, a hacerse a La Mar en pro de encontrar tesoros, como clave del ejercicio laboral en el gobierno virreinal. Tal hecho que se prolonga aún luego de la emancipación, crea en Lima y en el Cuzco, un clima propicio a la cultura, a la formación académica y a las letras. Son éstas las encargadas de contar y analizar los sucesos, en distintos géneros.
La literatura peruana, Tigre, está impregnada de dos elementos sustantivos: Conocimiento y sensibilidad sobre las culturas aborígenes incas y amazónicas en su angustioso tránsito en la sociedad colonialista y, los hechos y personajes de la historia, que son allí relevantes.
Un género que seduce, Alcaraván es el de la crónica, la cual reúne el hecho notable, la fecha, los protagonistas y el ámbito en el que ocurre. En ello son maestros ciertos cronistas peruanos, al narrar sucesos menores cuyo buen trato los convierten en hechos notables.
Tigre, Ricardo Palma hace una crónica sobre las últimas horas de Atahualpa. Su carcelero es el hermano de Francisco Pizarro, dada tan delicada tarea. Hernán Pizarro, juega ajedrez con un capitán que le acompaña en la misión. Al fondo, a seis metros y dentro de la celda, observa Atahualpa.
Cuando el rival de Hernán Pizarro intenta hacer una jugada, Atahualpa grita: “No mueva el castillo (la torre), sino el monje blanco”. El capitán mueve el alfil y gana la partida. Eso le genera a Hernán Pizarro un odio intenso contra Atahualpa, al punto que éste es el detonante del gatillo.
En Sarajevo, Tigre, encuentro la médula de la literatura peruana, dado que Matjas Medvedcek, oriundo de Lubljana capital de Eslovenia, tiene nacionalidad peruana, porque su padre fue cónsul en el Perú. Él me obsequia libros de Ciro Alegría y de Miguel Ángel Arguedas, entre ellos “El mundo es ancho y ajeno”, “Ríos profundos” y “Yaguar Fiesta”. Ese sello de la herencia inca, dolida y altiva, se traspasa desde el Inca Garcilaso, en los albores virreinales, al magma literario de Vargas LLosa, por lo cual ellos y su ámbito, obran de genuinos institutores.

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