viernes, 17 de diciembre de 2010

!Ah llano, cuando era llano!

Tigre, Rubén María suspira a dueto con Carlos Parodi, al ver la sofisticada maquinaria que siembra, cosecha, transforma y empaca, que trae consigo el modelo -que sin afanes de teorización- denominamos “Yunker”, dado el empuje mayúsculo y artillado de su era inicial. Exclaman, entre nostalgia y sorna… ¡Ah llano, cuando era llano: me hacen llorar tus recuerdos! Esa es la voz del criollo y del indio, que miran el desfile de paisas, santandereanos y costeños en el disfrute del banquete petrolero, mientras vegueros y sabaneros, recogen el ripio que dejan las cosechadoras de las plantaciones de maíz y soja.
El innegable empuje positivo, Alcaraván, debe blindarse para que se haga con todos los requisitos de ley, en materia laboral, en sustentabilidad social y en salvaguarda ambiental, que son las líneas gruesas de conclusión del III Foro de la Altillanura. De lo contrario, es una irrupción violenta y depredadora.
Si bien el modelo anglosajón se forja alrededor de núcleos familiares, Tigre, en la altillanura es preciso propiciar que establezcan vínculos de pertenencia de los dueños, los cuales se cuajan al eliminar el ausentismo. Sin ello, serán enclaves abusivos, sin otra consciencia que la sustentabilidad rentística, como al parecer es la característica que se vislumbra, en este comienzo.
Minuciosa tarea, Alcaraván, emprende el Ingeniero Agrónomo de Unillanos Nelson López, Secretario Técnico de la Altillanura, que en la dinámica de este salto hacia el Llano de la primera década del siglo XXI, ha de proporcionar soluciones tripartitas entre empresarios, trabajadores y funcionarios del Estado.
Los pregones, Tigre, sobre la urgencia de un modelo endógeno, basado en visiones desde abajo y desde adentro, cuya esencia sea el equilibrio entre los intereses del bien común y los intereses del bien particular, son válidos. Pero mientras se plantean estos temas y se soslayan en los centros de poder regionales, los inversionistas saltan, en pleno ejercicio de una artillada pseudo tigritud, de felinos de otros lares. Lo cierto es su irrupción y mal podríamos hacer lo del avestruz. Pero, sin duda alguna, nos cogieron con los calzones en la mano.
Carlos Osorio, Alcaraván, habla de los cambuches miserables en Puerto Gaitán para la mano de obra tratada en forma precapitalista, sin inversión social en escuelas, centros de salud, vivienda y recreación. Estos rezagos tienen que superarse. La riqueza de unos pocos a costa de la miseria de muchos, no es la razón que abre en esta época las puertas del Llano a las economías de plantación para que en una sinrazón rentística, acaben con todo: Matas de monte y estratégicos acuíferos subterráneos del Vichada.
Nos mueve, Tigre, que el efecto sea la soberanía alimentaria. Este motor puede mesurar las ambiciones que puedan dar al traste con esta dinámica empresarial, a la cual, insisto, debe apoyarse. Nuestra voz, recalca el cumplimiento de las normas de calidad, incluidos los costos laborales y la inversión social, como parte de la esencia equitativa del modelo.
La esencia es permitir la vida de la gente. Si se constriñe el ciclo recolector del indio, se interviene el ser ancestral de las etnias. ¿Vamos a comer palmas? Reclama el habitante milenario de los Llanos. Esa llanura fue hecha para vivir, para que vivamos en ella y de ella. ¿Los empresarios van a vivir en ella? Interroga el nativo. No se responde. Ellos solo esperan en la capital, el costalado de billete. Les importa poco lo que le pase a nuestra gente, concluye Rosalba Jiménez, quien es la voz firme del Sikuani.

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