lunes, 5 de octubre de 2009

De amores y desencuentros

Al tratar el amor surgen incógnitas sobre su placentera función. ¿Porqué le tapan su esplendidez, lo vuelven tema abstracto y vedado, en contraste con la destreza de todos en la conquista, escarceo y clímax? Los pueblos orientales, menciona el Alcaraván, otorgan valor artístico a la relación íntima con la sutileza de escenarios, manjares y aromas, lo cual propicia una deliciosa explosión de las savias vitales. Los versos de “Caminos Polvorientos” vigorizan los argumentos... “Esotéricos manuales orientales/ sensuales y carentes de malicias/ ofrendan almas y cuerpos en rituales/ sin azares, albures ni albiricias”.

La mujer que se valora y cree en el amor fantasea tanto ó más que el hombre sobre la forma serena de la motivación mental y fisiológica, añade el Tigre, para lubricaciones necesarias, en clima de confianza y de mutua entrega, como en el arte japonés de la almohada. La tradición, la costumbre y las horas se encargan de instruir en ese arte de la vida que suele caer en lo prosaico. Agregar sutilezas a lo que somos en esencia, garantiza prórrogas magníficas que conjuran la frecuente precocidad o frigidez de unos y otras.

La visión judeo-cristiana, pica el Alcaraván, le da connotación obscena a la adoración cor­poral y al arte amatorio, donde toda contorsión y pose en el coito, se ve como grave pecado. La carne es enemiga del hombre –rezan- y el cuerpo, debe someterse a castigo y abstinencia, porque hay pecado original en la materia humana y es proclive a la concupiscencia... “En las mentes obsesas de fanáticos/ se torna el sexo en capital pecado/ y el disfrute intenso y delicado/ adquiere un carácter funerario/ y enterrar al bicho encalambrado/ impudicia es con aspavientos /pese a que las ansiedades populares/ trochen en caminos polvorientos”.

Por ese dogma, prosigue el felino, la virilidad ó la feminidad se hincan en una serie continua ó alterna de penetraciones de rápido horizonte, un menú sin cocción suficiente, así exista un efímero placer. No obstante esos mandatos de la fe, los devotos carecen de reata para incurrir en rituales que tildan de paganos, camino de la perdición. “Ablación a la joven africana/ lleva el dolor a aquello delicioso/ y endilga lo feo y malicioso/ a prácticas feas y mundanas”.

Contrario a la naturaleza y a la verdad social, el fanatismo le endilga a la mujer una condición receptiva y reproductora, enajenada de lo placentero, afirma el Tigre. “Es necio pregonar que el mal, / origen tiene en la vagina, / altar que es sagrado de nacencias / y tálamo sumo en sacrificios/ y es herida palpitante y orificio/ y es cornucopia fértil en vendimia / y es del gozo panal y alquimia/ donde castidad y celibato mueren”. Concluyen ave y felino que abundan los falsos los moralistas, que son sadomasoquistas en la intimidad y fungen de víctimas flagelantes ante el público. Se van a sus nichos piedemontunos pensando que todos los días son septiembre.

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