martes, 8 de septiembre de 2009

democracia e interculturalidad

La democracia –demos pueblo y cratos gobierno- no existe, si no se desdobla en democracia política y democracia social, pregona el Alcaraván. Acá la aristocracia, asevera el Tigre, que es el “gobierno de pocos” es cómplice de la exclusión. El Estado y sus entidades incluso las de educación y de cultura, son sordas para prohijar la inclusión intercultural, que eliminaría el racismo y la marginalidad. ¿Es fracaso de la independencia o de la era republicana? Sopesar el bicentenario conviene, exponen férvidos los contertulios.

La aristocracia, agrega el Alcaraván, es la corte de la monarquía, que es el gobierno de “uno”. Ahora, en 2009, ocurre en Colombia y Venezuela, con efectos similares. Son gobiernos centralistas rodeados de monarquías civiles nepóticas atornilladas al poder y convertidos en redentores. Esos presidentes-monarcas mutan de finquero o de chafarote a “Mecías”, redondea el Tigre. Ir en su contra es pecar y abdicar al perdón celestial. Los contradictores se castigan con fórmulas nazis y con invisibilización, afirma hosco el Tigre. Son gobiernos facistoides y patrioteros de derecha o de izquierda que coercionan las libertades públicas a nombre del pueblo y de la soberanía nacional.

De ahí surge esa encrucijada del alma que no es de la mente, ni de la política, ni de la realidad social; es espiritual, subraya el Alcaraván, la que sufren los dioses del Olimpo, por la salvación de la humanidad. La cáfila de la plutocracia, que es el gobierno de y para los ricos, perpetúa el sistema, genera la miseria, ocluye las oportunidades y envilece la democracia participativa a través de prácticas heterodoxas.

Los beneficiarios del “statu quo” y usufructuarios del modelo de crecimiento sin desarrollo, reciclan la encomienda –patriarcas amos de tierras- delinea el Alcaraván. Es la monarquía civil de barones electorales vivos o muertos y ejercida por clanes familiares herederos del poder, aporta el Tigre. Auspician el saqueo a las arcas públicas y dicen que “al país le va mal pero que a la economía le va bien”, porque en el circuito producción, distribución y consumo, captan ingentes recursos por vía de tantas deformaciones que la excluyente monarquía civil, propicia en desmedro de las posibilidades del “demos”, pueblo.

Comparte el ave de la esteparia orinocense con el felino de la hylea amazónica, que la inclusión es urgencia de orden natural, para que el anfibio cultural acoja integralmente el universo aborigen, esto es, respetar y conocer desde nuestro umbral mestizo, sus leyes de origen, cosmogonía, saber ancestral, farmacopea, resistencia cultural milenaria, imaginación simbólica, organización social, armonía entre los intereses del bien común y los del bien particular, sistemas de producción o de recolección alimentaria y preservación de modelos autogestores convivenciales, protectores de la madre tierra.

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